domingo, 11 de enero de 2015

Hambre en la pupila

Iban de una esquina a otra, caminaban, corrían, hablaban, estaban quietos, miraban, se miraban, pensaban, balbuceaban, soñaban, subsistían. Eran dos, son dos, Florencia y Esteban. Dos hermanos que hace unos meses recorren la Avenida Cabildo para conseguir algo que comer o algún dinero para su madre. 
Flacos, cansados, sucios, desorientados. Muchas veces se enojaban entre ellos, se peleaban si no podían vender  o conseguir algo. El resto de los mortales que pasa al lado de ellos, en su gran mayoría, los mira con desprecio, con asco, los discriminan. Ellos sufren, sólo quieren comer y descansar un poco. 
Cabildo y Juramento, cae el sol. Florencia y Esteban entran en un bar para vender chicles beldent. Sin embargo, algo los detiene. Pueden observar que adentro hay un mostrador con una heladera llena de tortas y sanguches, al lado dos jovenes compartían una pizza. 
Los ojos de Florencia y Esteban también se detienen, se vuelven transparentes, no hablan, miran ese punto fijo, tenían hambre hasta en la pupila, saboreaban sin probar, se aguantaban para llorar. Decidieron preguntarle a los mozos si les podían regalar algo, obtuvieron un no como respuesta, tuvieron que irse.
Ellos seguían mirando detrás de la puerta con  ojos resignados. Se enojaron, se pelearon, estaban violentados, el hambre y la indiferencia, duele y pega mucho. 
Aún con hambre en la pupila, seguían con fuerzas para vender los chicles que les quedaban el el subte, se tenían uno al otro. Quizás mas tarde veían a su madre y se quitaban esa sed de igualdad y amor. No sólo buscaban un pan, querían un pan para todos. Querían que todas las pupilas que eran indiferentes se convirtieran en miradas de un mismo lado, que tengan hambre de compartir.  

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