martes, 28 de enero de 2014

Diapositivas olvidadas

Constancia. Valor. Ganas. Ir. Venir. Sueños. Cansancio. Rutina. Un buen vino. Fin de semana. Risas. Enojos. Abrazos. Metas. Besos. Estructuras. Alma. Esquemas. Rupturas. Viajes. Revolución. Quilombo. Armonía. Presente. Cambios. Emociones. Futuro. 

Todas esas palabras estaban escritas en su libreta y en una servilleta. Siempre la dejaba en la mesa de luz. Cada año eran palabras diferentes, quizás algunas eran sinónimos, otras no. Aunque siempre todo terminaba en futuro. 
No sabia bien porque las escribía, pero venían a su mente y debía anotarlas. Borraba, tachaba, rompía hojas. Muchas veces no quería que estén allí, en su cabeza. Quería que se fueran, que marchiten, que no la invadan, que no sean niebla, quería no pensar. 
Cada vez que llovía, la invadía una sensación extraña. Se sentaba en la cama, tomaba mate, leía y jugaba con su gato. Miraba al techo, pensando en "Que domingo por la tarde es esto, por dios. Tengo que terminar este informe." Julia trabajaba en una empresa de comunicación que dependía de la ONU. Redactaba sobre los avances socio educativos en américa latina, los nuevos desafíos. 
Prendía un pucho, la ceniza caía sobre un viejo cenicero, la lluvia también, sus pensamientos también. Daba vueltas, escribía, borraba, caracteres mas, menos, el celular que no sonaba, salvo para avisarle que se había ganado un auto. No tenia ganas de escribir, tenia la cabeza en la lluvia.  Mejor salia para el balcón, mojarse un poco no le iba a hacer mal. 
Iba, venia, mate, puchos, tenia los ojos perdidos en algún horizonte. Entro a la casa. Prendió el home theatre, Tom Waits, a laburar.
Termino el bendito informe. Con esas mismas ganas quería dejar de pensar. Con esa misma constancia quería irse de viaje, agarrar la ruta, irse un momento,  escaparse de su propia lluvia. 
No podía concentrarse, ya casi era de noche. Abrió el cajón de la mesa de luz, agarro su libreta. Vio esas palabras escritas, cada una en momentos diferentes. Siguió recordando. 
Risas, las extrañaba,  eran las que salían de su alma, las que eran espontaneas, las que sucedían sin pensarlas, como un mensaje de "Nos vemos hoy?"....
Por un momento su concentración estaba puesta en mirar al cielo, mientras sonaba Divididos. Suena el celular. Mail del trabajo. "Mañana hay asueto, manda igual el informe. Nos vemos. Eduardo." Suspiro. 
Iba a tener un dia entero para contemplar la lluvia o podía hacer otras cosas. El gato la miraba como si estuviera loca. Julia se había puesto a pintar. Agarro los viejos lienzos, los acrílicos, una copa de vino y a fluir. 
Mientras pintaba, se le cruzaban muchas sensaciones, tenia fotografías en su retina, palabras, besos. Sentía que tenia una mente de diapositivas olvidadas. Sin embargo, por un instante miro a su al rededor. Un hermoso caos la acompañaba, se sincronizaron los truenos, siguió con el lienzo que comenzaba a tomar unos colores muy parecidos a los cuadros de Berni.
 Llovizna, recuerdos, música. Risas, momentos que extrañaba. Quería dejar de buscar en su alma, quería algo nuevo, sentir de nuevo. 
Si el  futuro era la lluvia, algo buena iba a traer. Limpieza y claridad. Las oportunidades, la rutina y los cambios, dependían de ella.  Que pinceles debía tomar, cuando y donde. Podía quedar feo, o no. A veces es mejor dejar que llueva, mojarse y seguir pintando otros paisajes. 
Después de una larga y extensa jornada gris, los colores que desprendía el cuadro eran propios de un caleidoscopio. Ahora había que ir por nuevas fotografías en el iris y en la mente de Julia. 




lunes, 20 de enero de 2014

Como si nada hubiera pasado

Habían pasado los años, el tiempo siguió avanzando y ambos tomaron distintos rumbos. Las agujas avanzan, la arena del reloj baja, pero no es para todos igual. Algunos deciden que el tiempo condiciona, otros pretenden comérselo y a veces parece que es como una película que nunca se sabe si es con final feliz....  puede ser lento,estático pero siempre deja algo. Quizás el tiempo sea un ingrediente o un marco de la vida.
Pasado, presente, futuro. No jugaban a aprender tiempo verbales, si no a como la casualidad los involucraba una y otra vez. Se saludan muy cordialmente pero con lejanía tajante de crudo invierno. Aun quedaba algo pendiente. Ambos habían crecido, tenían trabajo, sus vidas no eran las mismas y ellos tampoco. Sin embargo, había algo que no cambio. Las manos de el, si sus manos. Parece extraño, pero ella las miraba con atención, se sorprendía al ver que no habían envejecido, no tenían alguna marca. Estaban intactas. Las manos que alguna vez la abrazaron como el viento y el mar, las mismas que se funcionaron con sus yemas a la hora de tocar la guitarra, las mismas que le sacaron el pelo del rostro y  le secaron las lagrimas, las mismas que alguna vez la llevaron a una pizzeria de Almagro, las mismas que alguna vez la acompañaron a la playa en un eterno e inolvidable amanecer, las mismas manos que en un tiempo atrás le habían dado valor. Hasta que un dia se alejaron, no estaban unidas. Parecía un film de Woody Allen. 
Por un instante todo se había parado, las agujas no avanzaban. Eran sus manos y nada mas. Ella había vuelto al pasado. Decidió volver y seguir charlando, pensando en que regalos comprar para Navidad. Su mente parecía un caleidoscopio del tiempo. 
Pero ahí también estaba el, mirandola, escuchandola. Eligió por un momento, contemplar sus ojos, aquellos que brillaban de felicidad cuando estaba en el rio, aquellos que se volvían turquesas cuando lloraba de dolor y bronca, aquellos que podían mostrarle el mundo, aquellos que un dia prefirieron mirar otra realidad.  
Se escucha el timbre, habían llegado las empanadas. El sonido hizo que se volviera al presente. Ambos estaban distraídos, sincronizados, su reloj de  arena se detuvo para verse y sonreír. Ella suspiro, miro el celular y pensó que hacia ahí. El fue a poner la mesa recordando algún cuento de Borgues que retrata aquella situación. 
Aun les quedaban dudas si el desenlace estaba enclado en el pasado. Parecía que si. Su presente no los encontraba, sus manos no cabían en su tiempo y los ojos de ella estaban en el futuro. 
Se sentaron a comer. Mientras charlaban, confirmaban que habían cambiado, algunas cosas estaban intactas, iban y venían. Sin embargo, ambos habían dado un salto, estaban en otro tiempo, en otra fase. 
Ni sus manos, ni sus ojos, ni los recuerdos, se encontraron. Quizás aprendieron a escuchar los silencios de las agujas que estaban a destiempo. Quizás no. Quizás si. Son dos paseantes de la estación todo pasa, como si no hubiera pasado..