viernes, 6 de junio de 2014

Palermo, protagonista de génesis

Palermo, protagonista de génesis
Amanece en el Rosedal. Muchos vecinos se calzan sus zapatillas deportivas para llevar adelante su rutina física diaria. Trotan, toman mucho líquido, escuchan música con sus ipods y se aíslan de la realidad circundante.  Sin embargo, quién diría que este escenario es tan diferente cuando cae el sol. Tres autos en fila india avanzan de manera pausada con las luces bajas. Mujeres de cuerpos imponentes se acercan a los conductores para ofrecerles servicios sexuales. El tiempo pasa, las agujas del reloj avanzan, vuelve a amanecer y los cultores de la vida sana y el entrenamiento físico se preparan para una nueva jornada. Dos realidades en un espacio que la clase política de fines del siglo xix pensó para el solaz de la aristocracia porteña, con el fin de borrar de la memoria histórica todo signo de barbarie encarnado en la figura de Don Juan Manuel de Rosas, quien bautizara estas tierras con el patronímico San Benito de Palermo y residiera en ellas hasta la derrota de la batalla de Caseros.
A pesar de las múltiples transformaciones que el barrio sufrió, la disputa entre civilización y barbarie permanece vigente desde su fundación. Esta dicotomía se hace presente en uno de los exponentes literarios del país y vecino de Palermo: Jorge Luis Borges. En muchos de sus poemas, como Luna de enfrente, Fervor de Buenos Aires, Fundación mítica de Buenos Aires, el escritor da cuenta de la presencia de esta tensión en las transformaciones que fue sufriendo el barrio que lo vio nacer y que hoy en día se hacen presente en lugares como: La estación Pacifico. Allí Rubén, dueño del puesto de café y medialunas, trabaja hasta el cansancio. Sus ojos son testigos de las valijas que van y vienen, de las corridas, de las puteadas, de las despedidas, del mal humor, del mal servicio del tren, de la mugre, de las ratas que se esconden debajo del andén, de llantos interminables de bebés, del calor, del frío, de los robos, de la desigualdad. Si, la desigualdad. No es lo mismo el hombre de traje que se baja en Retiro para ir a una multinacional que el que se baja para trabajar en una pavimentación en la calle Ramos Mejía. Rubén, dice que es difícil trabajar en Palermo, conviven en aquella estación muchas realidades, historias, mundos diferentes. “Salgo de acá y me voy a tomar el subte para llegar a casa. Me bajo en el Shopping y ahí no ves a los pungas de acá. La noche acá es jodida, hay que mirar para todos lados”.
En contra posición, cuando cae el sol en Plaza Serrano ubicada en Borges y Thames, todo es cool, relajado, también hay inmigrantes pero europeos, after office, música electrónica, tragos, tiendas de ropa. Le dicen Palermo Soho. Esto se debe al boom inmobiliario que vive el barrio hace más de diez años, así lo confirma Mirtha vecina histórica. “Vivó acá hace más de 30 años. Cambio mucho el barrio. Antes todo era más tranquilo, ahora a la noche están los jóvenes que van a bailar. No para de haber constructoras, departamentos en venta. Se puso de moda Palermo. A mi me gusta, está más lindo, más moderno. A mi marido no, es más chapado a la antigua. El es de los bares clásicos, de la plaza con amigos. El no se adapta a los cambios.”
El barrio parece un camaleón, cambia de color, de forma, dependiendo de quien lo mire y de donde se lo transite. La cultura, la moda, lo barrial, están siempre presentes. Aunque ahora hay algo nuevo: La conciencia ecológica. Varios vecinos decidieron ponerse en sintonía con la onda verde y ahora separan sus residuos en diferentes containers para que sean llevados a una planta recicladora. De este trabajo se encarga Cristina Lazcano, una de las fundadoras de la cooperativa de reciclaje el Ceibo, ubicada en Uriarte y Paraguay. Todos los días recorre diferentes manzanas del barrio por la mañana y la tarde, en busca de cartones, papeles, plásticos y alimentos biodegradables. Con esto se gana unos mangos y le puede pagar a su hija las clases particulares de matemática.
Palermo supo ser la cuna de diferentes personalidades destacadas de nuestro país, entre ellas Ernesto Che Guevara, el ya nombrado Jorge Luis Borges y el poeta Evaristo Carriego. Nació en 1883 en la ciudad de Paraná, escribió “Misas Herejes”, “Los que pasan”. Tiempo después se muda a la capital federal, al barrio de Palermo. Este lugar, marco gran parte de su vida ya que escribió La canción del barrio, en el que pinta el Palermo de principios de siglo XX. Falleció en su casa  en 1912 y desde ese entonces fue declarada patrimonio histórico cultural
Hace unos meses el Gobierno de la Ciudad de Buenos dio la orden de demoler su casa, ubicada en Honduras 3784.Diferentes vecinos se manifestaron en contra y  por el momento logaron suspender  el derrumbe de la casa de la poesía. 
Sin embargo, los vecinos más ‘nuevos’ están sumergidos en otros mundos, como la moda emergente, los miles de locales de ropa, bares cool, teatros, clases de español para turistas. Estas actividades están desplegadas en las calles Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y Gurruchaga.
Cómo no va a ser un barrio tan diverso si es uno de los más grandes de toda la Capital Federal.  También es llamado Comuna 14 y posee una extensión de  15 kilometros cuadrados y viven 225.245 habitantes. En toda esa superficie, se encuentran bares con historia como Varela Varelita, ubicado en Scalabrini Ortiz y Paraguay. Este mítico lugar ha sido protagonista durante muchos años de los encuentros que mantenía con amigos el ex vicepresidente Carlos Cacho Álvarez. Rodolfo, uno de los mozos más viejos cuenta que Varela Varelita, es un lugar simple, agradable, ideal para encuentros distendidos. “Ahora hay mil Palermos, nosotros seguimos siendo el viejo barrio, el fútbol, las picadas con amigos y un buen sanguche de lomito. Acá no hay sushi y comida light.”
A la hora de poner límites geográficos es muy difícil. Si lo hiciéramos desde un punto de vista sociológico, serían muy dispares teniendo en cuenta el punto de vista de cada uno. La manzana que comprende las calles, Gurruchaga, Borges, Thames, Uriarte y Santa fe es según las inmobiliarias ‘Palermo Soho’  y los alquileres son  de los más caros. En esa misma zona, donde todo parece pro , también están los y pibes que piden monedas para poder comprar una bolsa de paco y consumirla en Plaza Italia. Los viejos feriantes de libros de la plaza, notan los cambios y la gran mayoría se va por que no logra trabajar con tranquilidad. Liliana, dueña del puesto 208, intento varias veces comunicarse con organizaciones sociales para poder ayudar a los chicos en situación de calle. “Es dramático. Se juntan ahí detrás del monumento a Garibaldi a aspirar paco. No comen. No viven. No duermen. Los quiero ayudar, pero no me dejan. Desde que un día me saquearon el puesto me canse. No quiero saber más nada.”
Miles de matices conviven en pequeñas zonas. Hace más 50 años el viejo tranvía que pasaba por la Avenida Santa Fe, murió producto de la urbanización.  Ahora está el Banco de la Nación Argentina, en donde las largas colas son protagonistas. Ni que hablar de los llantos o molestias que nos devuelve el papel que nos da el cajero al introducir la tarjeta de débito.
Si los limites fueran sociales, sería contradictorio establecer una zona ‘clara’ en donde se encuentra un banco, la sociedad rural (SRA) y a pocos metros chicos en situción de calle.  Según la  legislatura porteña el barrio de Palermo está delimitado, por La Pampa, Av. Pte. Figueroa Alcorta, Av. Valentín Alsina, Zabala, Av. Cabildo, Jorge Newbery, Cramer, Av. Dorrego, Av. Córdoba, Mario Bravo, Av. Coronel. Díaz, Av. Gral. Las Heras, Tagle, Vías del Ferrocarril Gral. Bartolomé. Mitre, Av. Jerónimo Salguero, Av. Costanera Rafael Obligado.
La gran mayoría de los vecinos del barrio coincide que un paisaje por excelencia es el Jardín Botánico. Allí, pueden darle de comer a los cientos de gatos que viven allí o caminar largo y tendido sin ver el pavimento gris que los tiene acostumbrados. El Botánico nunca cambio y los vecinos se encargan de cuidarlo del deterioro.
Su historia se remonta a la transformación paisajística  de Palermo que estuvo a cargo del arquitecto y  urbanista francés Carlos Thays, quien consideraba a los espacios públicos como obras de arte. Así en 1898 se inauguró el Jardín Botánico, diseñado por Thays como espacio de representación social, cuidando cada uno de los detalles, combinando follajes, texturas y colores.
            Civilización y barbarie esta en todas partes del barrio de Palermo. Desde la fundación que le dio Rosas, los escritos de Carriego, Sur que escribió Borges, el significado que tiene la Sociedad Rural, el Botánico, los laburantes,  los turistas, la moda. Quizás esa sea su mayor característica. La diversidad, la capacidad de mantener submundos, sin alterase. Cada vecino tiene un pedazo de su cuadra. Son fáciles de identificar los que van a comprar facturas los domingos, los que van a tomar un café a Varela Varelita, los que van al almacén, a los hiper mercados y los que les dan de comer a los gatos ¿Cómo es posible que unas cuadras nos marquen un limite? ¿Es el espacio fisico el que lo determina? Son los vecinos los que ponen los límites. Sus actitudes, su educación, lamentablemente a veces su color de piel. Ponen barreras y lo único que cruzan son miradas despectivas. Ruben no va a ir a comer sushi, se queda con el arroz con pollo que hace su mujer. Mirtha no va a dejar de ir a tomar el té con sus amigas. Liliana no va a dejar de trabajar. Ellos son tan sólo unas personas, nombres, pero seguramente hay muchos más, historias que son las protagonistas de está génesis que convive en Palermo. Los sub mundos.
            Para la generación del 80, Rosas era la barbarie y la civilización  era el progreso. ¿Quién será ahora la barbarie y la civilización?





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