jueves, 10 de abril de 2014

Pulsera o no


La buscaba por cualquier parte, en los rincones, en los cajones, debajo de la cama. Miraba con atención todo lo que la rodeaba, esperaba encontrar lo que tanto buscaba: Su pulsera de la suerte. 
            Jazmín era bastante despistada, no era la primera vez que extraviaba algo, pero esto era distinto. La perdida de la pulsera, la inquietaba, la preocupaba, incluso la angustiaba. La cuidaba como oro en polvo. Se la había regalado su madrina cuando tenía 10 años.
Jazmín sostenía que en todo momento le daba suerte, decía que con ella había logrado ingresar al instituto de artes dramáticas, aprobar exámenes y lograr cualquier cosa que tuviera en mente. Asimismo, afirmaba que el día que se la olvidaba pasaban cosas malas, como aquel día que se le rompió la llave del edificio y tuvo que esperar al cerrajero 8 horas, ya que era feriado.
Cada día que pasaba era eterno, no la encontraba, dudaba, pensaba, buscaba y no había ningún rastro de ella, era como si nunca hubiera existido. La invadían los recuerdos, era como otra extensión de su cuerpo, le era imprescindible. Para muchos era exagerada, pero Jazmín hablaba de ella como si fuera un ser humano de carne y hueso.

            En el único lugar que no había buscado era en sus ojos. Si, sus ojos. Eran su fuente de recuerdos, en ellos  se traslucía su mundo, sus sueños, sus miedos, su vida. Jazmín decidió mirarse al espejo y buscar, buscarse, indagar, investigar. Ahí estaba, en una vieja mesa de algarrobo, al lado del velador. La estaba por agarrar pero de pronto todo se hizo difuso,  sus ojos se tornaron grises, era como si se hubiese perdido en el caleidoscopio de la vida, en una ilusión, en un oasis o desierto de recuerdos.  Jazmín pensaba que todo lo que ella quería con el corazón era eterno, descubrió que para volver a ver no era necesario encontrar a la pulsera, sino contemplar un mundo nuevo. 

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